Víctor Andrés Cisneros Solari
Seminario de filosofía
2011-2
1)
La cura del egocentrismo efectivamente representa un punto importante en la obra de Russell. Entendemos como manifestación de este egocentrismo los casos que presenta como causa de infelicidad en el primer capítulo de su obra “La conquista de la felicidad”. Esto son: el pecador, el narciso y el megalómano. Pues bien, pasaremos a describir y analizar cada caso.
El pecador es quien vive absorto en la conciencia del pecado y en continua contradicción consigo mismo como herencia religiosa o familiar de la que no logra desprenderse a lo largo de su vida. Esta contradicción constante justifica su vida existencia pues no logra asumirse como algo mas además de ser un pecador pues su actividad diaria implica necesariamente la noción del pecado. No podrá de este modo hacer uso de razón para dejar de lado estos prejuicios pues le han sido inculcados por la educación y la familia.
El narciso es aquel que encuentra en el hábito de admirarse y ser admirado satisfacción. Sin embargo suele encontrar gran frustración cuando al buscar esta admiración ve en el desarrollo de una técnica o actividad solo un medio instrumental para alcanzar la finalidad de la admiración. Es por esto que si se dedica nunca podrá ser un buen pintor pues no se dedicará por completo al arte sino que buscara el prestigio y reconocimiento del que gozan los buenos pintores. Como no podrá ser un buen pintor perderá el interés y se frustrará.
Finalmente el megalómano es quien, a diferencia del narciso, prefiere ser poderoso que ser simpático y procura ser temido más que ser amado. Se cita el caso de Napoleón quien fue de cierta forma excluido y segregado durante su formación. Esto hizo que buscara en el poder la forma de obtener la pleitesía de quienes antes no lo habían tomado en cuenta. Sin embargo aquel que es megalómano no procede con mesura y moderación y sus ansias de poder pueden llevarlo a cometer excesos que afecten su integridad y la de otros.
En efecto este egocentrismo implica la prisión de nuestras pasiones pues no permite el desarrollo a cabalidad de determinada actividad que realice al individuo por completo. Esto llevara a la incomprensión e infravaloración de nuestras capacidades pues tal como se señala la felicidad es accesible a todos pues existe un tipo de felicidad para la cual no es necesaria con ningún tipo de educación (entiéndase saber leer y escribir) y otra que sí. De ser así todos podemos llegar a alcanzar la felicidad por medio de nuestras capacidades.
La felicidad entonces para Russell será accesible por medio del interés (al cual se refiere como “zest” pero que no cuenta con una traducción mas especifica en español) en determinada actividad. Es aquel interés en determinada actividad lo cual permitirá al individuo alcanzar la felicidad pues vera en aquella una finalidad en sí misma y no un medio para alcanzar o lograr algo más. Al respecto Russell brinda el ejemplo de las maquinas de salchichas en el primer capítulo de la segunda parte de la obra comentada. La primera máquina continua haciendo salchichas pues fue para esto que fue diseñada y creada logrando hacer así las más deliciosas salchichas a diferencia de la segunda maquina que se queda absorta en el análisis de su estructura interior. La segunda máquina deja de funcionar por la falta de actividad. Lo mismo ocurre con el hombre, el interés en las actividades que realiza implica necesariamente que estas sean prácticas en algún punto pues se dan los ejemplos de la filatelia o las conversaciones con algún compañero así como amar a alguien.
En relación al epicureísmo podemos encontrar similitud entre el interés en la actividad del que habla Russell y el placer como principio y final de una vida feliz del que habla Epicuro en “Carta a Meneceo”. Pues bien, si tal interés en la actividad procura como consecuencia el alcanzar la felicidad y Epicuro señala que el placer, entendiendo la mesura y la moderación en este a diferencia de cómo suele ser interpretada su doctrina, es causa de la felicidad entonces podemos hallar cierta identidad entre ambos conceptos. El interés del que habla Russell puede ser entendido también como el placer de realizar una actividad o el que esta nos genera.
2)
El aspecto principal del que trata la obra de Epicuro es sin lugar a dudar el placer o (hedoné). Si bien se hace la diferencia entre el placer catastemático o estable como el más importante por definirse como la armonía de que produce la ausencia de dolor no solo en el cuerpo sino también en el alma y el placer cinético o móvil como aquel propio de los sentidos y su exacerbación.
Sin embargo debemos tener en consideración el desarrollo del placer en los textos de Epicuro. Se enfatiza el juicio y la moderación respecto al placer pues es la ausencia de turbación en el alma y el cuerpo aquello que se debe buscar. Esto es el placer catastemático a diferencia del exceso con el cual se suele relacionar su obra. El placer del que se habla no es producto de orgias, bebidas y grandes banquetes sino en la prudencia pues quien vive en moderación con solo aquello que necesita apreciara más sus bienes.
Sin embargo, consideramos que este juicio respecto al placer solo puede ser posterior a la experiencia pues no sería posible encontrar aquella medida del placer que provea sosiego sino se cuenta con alguna experiencia previa que haya terminado en algún exceso.
Consideramos además la relación entre ambos tipos de “hedoné” como la manifestación de un solo tipo de placer pero en distinto grado y escala.
Sobre la relación entre aquello que señalan Epicuro y Aristóteles respecto al “hedoné” y la “Eudaimonia” podemos indicar como aspecto inicial el público al cual estaban dirigidas las enseñanzas de cada autor. Por un lado Aristóteles señalaba que aquellos que debían participar en la política y aquellos quienes podían acceder a la “eudaimonia” eran los adultos pues contaban con la experiencia necesaria y habían logrado contener sus pasiones. Por otro lado Epicuro señalaba que su doctrina era abierta a todos pues no se era ni muy joven ni muy viejo para el ejercicio de la filosofía sobre el placer como principio y fin de la felicidad.
Aristóteles consideraba que la felicidad era preferible sobre todos los otros bienes pues se buscaba por sí misma y no por otra cosa. En efecto señala a la felicidad como el bien al que todos desean llegar pero no hace mención al placer que se puede obtener de ella sino los resultados de esta pues se entiende que se obtiene con el ejercicio de la actividad de acuerdo a la virtud. De este modo se entiende que se accede a la “eudaimonia” en la totalidad de nuestra vida y no solo en una sola acción. Y si bien se dice que los niños son felices es porque pueden llegar a serlo. Además señala que la felicidad se encuentra en la vida contemplativa dejando de lado la vida voluptuosa y los honores de la vida política.
Sobre el placer señala que es necesario hallar el justo medio pues lo bello puede corromperse por el exceso o el defecto dando el ejemplo de la temeridad y la cobardía como extremos a la valentía.
Finalmente Epicuro señalaba básicamente que para acceder a una feliz es necesario el placer sin entender este como el exceso absoluto pues siempre será necesaria la mesura y moderación. Si uno está satisfecho con aquello que necesita no requerirá la abundancia para satisfacer la necesidad de placer y así podrá continuar su vida sin mayor turbación. El juicio estará presente al momento de elegir el tipo de placer que se desee experimentar pues algunos placeres implican un dolor posterior mayor o aquel dolor que se acepte experimentar no justificar el placer posterior esperado.
Es necesario señalar la diferencia principal entre Aristóteles y Epicuro respecto a la felicidad pues mientras el primero hace énfasis en la naturaleza social del hombre (o política), el segundo parece obviar este aspecto haciendo referencia constante a los conceptos de autarquía y autosuficiencia.